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Virtudes para la dirección de empresas

Después de hablarnos sobre la Dirección centrada en la persona, le preguntamos al Dr. Carlos Llano cuáles son las cualidades principales en la dirección de empresas. Esto es lo que nos comentó:

 

Vamos a clasificar las virtudes de acuerdo a las funciones de gobierno de una organización: Diagnóstico, decisión, y ejecución.

 

Diagnóstico: dónde estamos

 

Es el punto de partida y requerimos objetividad para analizar los hechos, definir el problema a resolver y determinar las oportunidades de acción tomando en cuenta los riesgos. Se consigue con una cualidad de la prudencia que se llama eubulia. Es la capacidad de pedir consejo, lo cual supone:

 

  • No pelear para ver quién se impone. Es buscar la serenidad de la realidad. Ayuda mucho poner las cosas por escrito.

 

  • Buscar la coherencia en las informaciones de unos y otros.

 

  • Tomar en cuenta que las líneas de comunicación no son las mismas que las líneas de actividad.

 

  • Escuchar tanto a los que están involucrados en el asunto, como aquellos que lo ven desde fuera y que, por no estar en el problema, pueden tener una visión más clara.

 

  • Analizar la intención concreta del que informa.

 

  • Lograr que el informante hable sin interrupciones.

 

  • No dejarse llevar por el “etiquetamiento” o por el efecto “halo” (que puede ser positivo o negativo), por la antipatía o simpatía. Así se pierde objetividad en el diagnóstico.

 

  • No hacer más caso al último que informa ni al que informa más a menudo.

 

  • Poner al informante frente al problema.

 

Humildad que da al director objetividad respecto a sus propias capacidades y genera la disposición de rectificar si se obtienen nuevos datos y hay que cambiar la decisión. Tener la alegría de rectificar, pues se busca el bien mejor y no acertar siempre en las decisiones. Esto implica:

 

Ante los errores, no reaccionar ni con desaliento ni con tozudez.

 

  • Cuidar los problemas de justicia cuando somos juez y parte, y algún tema nos puede afectar.

 

  • La humildad nos proyecta hacia afuera, no nos deprime hacia adentro.

 

  • Nuestro mando no tiene que humillar a nadie. La humildad nos hace saber delegar.

 

  • La humildad conmueve, la prepotencia aplasta.

 

Decisión: A dónde vamos

 

Para tomar decisiones se requiere la virtud de la magnanimidad respecto a la visión y objetivos. La mayor magnanimidad se refiere a las personas, pues es lo más grande que hay en el mundo.

 

  • La magnanimidad no es “tragarse todo”. Es cuidado de las cosas pequeñas y hacer las cosas paso a paso con miras de eternidad.

 

  • Implica renunciar a algunas cosas para hacer las mejores, las que más conviene.

 

  • Las cosas son mejores cuanto más profundamente lleguen al individuo. Generalmente las cosas son grandes por su profundidad no por su extensión.

 

También hace falta la virtud de la audacia, que nos permite afrontar el miedo ante peligros posibles.

 

  • Las imperfecciones y errores, incluso las propias, pueden servir para hacer cosas grandes.

 

  • Quizá no soy capaz para algo, pero me haré capaz mirando con audacia la meta magnánima.

 

Ejecución: Qué hacemos

 

Se requiere comprensión con las personas, tener empatía. Meterse en el sentimiento de los demás y entender lo que ellos sienten.

 

También se debe tener lealtad con los demás qué significa hablar claro, decir las cosas.

 

  • Comunicar la verdad aunque esta sea desagradable; ya que comunicar es un principio de acción.

 

  • Una parte importante de la lealtad es escuchar al otro.

 

  • También supone respetar la autoridad de cada miembro del equipo.

 

La virtud de la fortaleza se necesita para vencer las dificultades y la constancia para no aflojar con el paso del tiempo. Las metas magnánimas no se consiguen en un día.

 

Sófocles decía que el verdadero líder debería tener tres cualidades: pensar alto (magnanimidad), sentir hondo (comprensión) y hablar claro (lealtad).