Hace unos días, mientras caminaba mis 7 km reglamentarios, me llamó mucho la atención un pódcast de negocios que en ese momento escuchaba, pues me puso a reflexionar a profundidad lo que la entrevistada argumentaba.
En el episodio en cuestión, Pamela Valdés -de tan solo 29 años, CEO & Co-founder de la StartUp Beek, un equivalente al Netflix mexicano de los audio libros en América Latina– externaba que en nuestro país, a diferencia de otras naciones, nos han vendido desde muy temprana edad que en México es casi imposible innovar y sobresalir por cuenta propia, por lo que siempre seremos la sombra de otras grandes potencias. Y en efecto, así ha sido de cierta forma, salvo unas honrosas y contadas excepciones.
Desde que nacemos nos han repetido este mensaje subliminal de tantas formas, que tristemente me atrevo a decir que ha funcionado con bastante éxito. Y como alguna vez dijo Joseph Goebbels, uno de los ideólogos principales del Nazismo, “Repite una mentira con suficiente frecuencia y se hará verdad“.
En México matan y mutilan nuestros sueños y los principales ejecutores son aquellas personas que no alcanzaron los suyos, o los que no quieren que salgamos lastimados. La propia sociedad desmotiva al mexicano para encontrar su vocación desde muy temprana edad y muchas veces este discurso derrotista comienza desde casa. No me malinterpreten, también existen padres que quieren que sus hijos salgan al mundo y se superen, el problema es que solo repiten lo que ellos alguna vez oyeron de sus propios progenitores, cayendo en un círculo vicioso difícil de interrumpir; sin embargo, no imposible.
En México nos formatean el chip desde muy críos y nos implantan muchas creencias limitantes, por lo que oír frases como “la vida es muy dura” o “deja de soñar” son de lo más común. Los seres humanos somos esponjas que absorbemos todo lo que se nos dice, sobre todo cuando somos pequeños; y dichas lecciones vienen de las personas que más valoramos, admiramos y queremos. Pero muchas veces estos maestros de vida, más que alentarnos a ir por lo que nos apasiona y por lo que hemos demostrado tener mayor talento, nos venden que es mucho mejor irnos por lo seguro, aunque no nos guste.
En países como Estados Unidos, un niño de 8 años tiene perfectamente claro lo que significa el American Dream, un concepto genial inventado por los gringos a principios del siglo pasado y que equivale a que cualquier ciudadano americano puede llegar a ser lo que quiera en esta vida si se lo propone, aun sin haber nacido en pañales de seda. Aquí, por otro lado, no nos venden nunca el Mexican Dream y por lo tanto muchísimos potenciales genios y emprendedores se quedan atrapados y rara vez llegan a conocer sus verdaderos destinos.
Yo me pregunto, ¿por qué en nuestro país no podemos visualizarnos creando un imperio desde un simple garaje? Es un tema complejo, pero creo que de inicio, como padres, si empezamos a cambiar nuestro discurso con nuestros hijos y logramos empujarlos a lo que los inspira y mueve -aun si suena descabellado-, todo puede empezar a cambiar.