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Una situación incierta, ya sea económica, familiar o profesional, nos causa temor y preocupación. ¿Cómo reaccionar ante un panorama difícil? ¿Qué elementos pueden hacer que te frenes en la consecución de tus objetivos? ¿Qué palancas debes activar para tomar decisiones bien fundamentadas y objetivas?

La voluntad, que es donde reside nuestra capacidad de tomar decisiones y actuar, dirigiéndonos al bien, está influenciada por dos factores: la razón, que nos da elementos objetivos para evaluar una situación determinada, y los sentimientos, que son tendencias orgánicas que nos mueven sensiblemente a la búsqueda de un bien o al rechazo de un mal. El sentimiento es un impulso rápido de nuestro organismo que se debe ir moldeando por medio de la voluntad, iluminada por la razón, para que nos motive a buscar el bien mejor.

Si eres empresario o diriges una unidad de negocios, ante un elemento externo como la incertidumbre económica, seguramente sentirás preocupación, temor de perder clientes o miedo de no poder cubrir los compromisos que ya tienes. Y esto aumenta si ves noticias o escuchar comentarios que sólo hablan de dificultades y fracasos: “Perdí a varios de mis clientes”, “no me están pagando los productos o servicios que ya entregué”, “no hay inversiones”, “está paralizado tal o cual sector”. Estos datos pueden acrecentar los sentimientos de temor o miedo.

Por otro lado, la inteligencia aporta datos objetivos: la solidez de tu preparación, el conocimiento que tienes de tu negocio y de tus clientes, tu capacidad de liderazgo para impulsar a tu equipo de trabajo, a lo que se añaden los indicadores propios del negocio, en donde seguro encontrarás datos objetivos sobre lo que va bien y lo que no.

Y es entonces cuando la voluntad debe actuar, buscando el bien mejor, generando otro sentimiento que es la audacia para avanzar a pesar de las dificultades reales y no dejándote paralizar por el temor o miedo, sino generando ideas creativas para avanzar a pesar de las dificultades que se tienen. Veamos con más detalle estos elementos.

Qué es el temor o el miedo. Se trata de un sentimiento que surge ante un mal posible: la contracción del mercado que puede llevarte a tener menos ventas; la entrada a la adolescencia de tus hijos que los puede distanciar de ti; demasiada carga operativa en el trabajo que te puede impedir planear y definir el rumbo del negocio… O simplemente el miedo de salir de la casa y que te puedan asaltar.

Es un movimiento que nos lleva a alejarnos de un mal que creemos imposible de evitar o dominar. La intensidad del temor es proporcional a la gravedad del mal y a la debilidad que sentimos frente a él. Tiene como causas el amor a lo que se teme perder y la carencia de autodefensa suficiente. Los efectos orgánicos que puede generar son: temblor, respiración alterada, inmovilidad, pérdida del sueño, inquietud, falta de fijación, etc.

Consecuencias. Cuando no generamos los hábitos positivos para encauzar los sentimientos, se puede atrofiar nuestra capacidad de reacción, nuestra afectividad. Estas son las formas más comunes:

Resentimiento; melancolía; susceptibilidad; predominio de simpatías o antipatías; inseguridad; timidez; nerviosismo; pereza; dispersión; represión de los sentimientos; aprehensión; sentido de culpabilidad; frialdad afectiva; hiper-responsabilidad; perfeccionismo; irascibilidad; fijaciones y fobias

El temor que no se ha encauzado adecuadamente, puede producir en ti alguna de estas hipertrofias. Pero todo tiene solución: la veremos en el siguiente artículo.