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Dónde encuentro la felicidad? ¿La estoy buscando en el sitio adecuado? ¿Soy feliz en el trabajo o donde me encuentro? Estas preguntas rondan nuestra vida, pero podemos abordarlas superficialmente. ¿La felicidad es un objetivo o consecuencia de acercarte al objetivo? Repasemos algunos parámetros que pueden darte luz para responder mejor

Jean Mouroux, prestigioso pensador francés, habla del carácter paradójico de la persona humana: “paradoja de un ser al mismo tiempo espíritu y cuerpo; abierto y cerrado; existente y todavía en construcción; o, si se prefiere, paradoja del ser que sufre tensión entre sus principios y componentes, entre sí mismo y los demás, entre sí mismo y Dios”. Nos dice que el ser humano es “el milagro del mundo”, ya que en él se realiza la epifanía del espíritu; es el que revela al mundo valores radicalmente nuevos: pensamiento, amor, elección, responsabilidad social. 

La fuente originaria de tu dignidad es tu condición de persona y algunos rasgos que te definen son: 

• Intimidad. Surge del carácter inmanente del ser humano. Inmanente es lo que se guarda y queda en el interior (conocer, amar, sentir tristeza, planear…). Tener un dentro. El conocer y el querer son “interiores”. Tener interioridad, un mundo interior abierto para mí y oculto para los demás, es intimidad: una apertura hacia adentro. 

• Manifestación. Las novedades que brotan de dentro tienden a salir fuera. Eres un ser que se manifiesta. 

• La intimidad y la manifestación indican que el ser humano es dueño de ambas, y al serlo, es dueño de sí mismo y principio de sus actos. 

• Libertad. El ser humano, como origen de sus actos, tiene el dominio de hacer de sí lo que quiere, incluso llegando a afectar su naturaleza. 

• Darse. La persona humana es efusiva, capaz de sacar de sí lo que tiene para dar o regalar. Se ve especialmente en la capacidad de amar. El amor “es el regalo esencial”, en el sentido de que es el darse total del amante al amado. Quien se guarda, quien no se da, no está amando, no está realizando la actividad más alta para los seres que piensan y quieren. 

• Recibir. A la capacidad de dar de la persona le corresponde la capacidad de aceptar, de acoger en nuestra propia intimidad lo que nos dan. Para que alguien dé hace falta alguien que reciba. • El ser humano, en cuanto persona, no se cumple en solitario, no alcanza su plenitud centrado en sí mismo sino dándose. Pero ese darse es comunicativo en el sentido de que exige una reciprocidad. 

• Dialogar. En el dar y el recibir se establece un diálogo. Es el manifestarse de una intimidad con otra. Una persona sola no puede ni manifestarse, ni dar, ni dialogar. Se frustra. Entender y aplicar estas claves en el trabajo y en la vida diaria te ayudarán a establecer tus metas y ver con mayor claridad el camino para avanzar y tener el equipamiento para superar los obstáculos y vencer el cansancio. Entre más alta y grande sea la meta, mayor esfuerzo supondrá, pero obtendrás mayor felicidad en la medida que te acerques.