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S.O.S Los influencers nos invaden

Los canales tradicionales de comunicación cambiaron radicalmente con la llegada de internet. Todo lo que conocíamos de un instante a otro de pronto cambio.

 

La resistencia al cambio al principio fue notoria, sobre todo para ciertas generaciones como la de los Baby Boomers (las personas nacidas entre 1945 y 1969) acostumbradas a los teléfonos conectados con un cable, a los faxes y los vipers. Pero con el paso del tiempo -y un poco a regañadientes- se sumaron a la ola de la tecnología. Quien no lo hizo, se quedó aislado en un mundo digital que no admite pausas y que va más rápido que un tren bala. 

 

Con internet, nuestro planeta dejó de ser pequeño y con un click de pronto todos estuvimos interconectados. La red se convirtió en la biblioteca más grande del mundo y el conocimiento se volvió por primera vez gratuito y público. Los negocios dejaron de tener fronteras y el libre mercado se potencializa cómo nunca.

 

De pronto las personas en general comenzaron a interactuar entre ellas de forma distinta. La llegada de Facebook en 2004, a pesar de no ser la primera red social, sembró nuevos hábitos sociales que hoy vemos como normales. Por primera vez en la historia de la humanidad tuvimos la oportunidad de penetrar a las vidas de casi cualquier mortal con tan solo pedir un request de amistad. Facebook solo sería la punta del iceberg, luego vendrían innumerables aplicaciones como Instagram, Youtube, Whatsapp, Tik Tok, Linkedln y Tinder, todas estas valuadas en millones de dólares.

 

Con estas herramientas instaladas en nuestros smartphones, los múltiples usuarios descubrieron que no solo podían interactuar con sus amigos o familia, sino con una comunidad virtual que no conoce de

 

Y entonces comenzó la plaga. De pronto los usuarios se dieron cuenta que el internet había matado a la televisión y a la radio, pero que las redes eran la nueva plataforma para transmitir casi cualquier mensaje y además te pagaban por ello. Aquello desató que cualquier extraño con un Smartphone en la mano, soñara con convertirse en una celebridad. De esta forma comenzó la fiebre que, lejos de apaciguarse, cada día crece más. 

 

Lo que veo desde mi trinchera es que, de entrada, la competencia es brutal y está muy reñida. A cada rato sale un nuevo jugador cuyo reto es enganchar el interés de los usuarios que ya desde hace rato comienzan a estar fastidiados; pues los contenidos, lejos de ser innovadores, parecen un constante plagio de otro plagio. En verdad desconozco cuál será el futuro de este nuevo virtual rush, pero tengo claro que no todo mundo podrá subsistir económicamente de este relativamente nuevo modus vivendi. 

 

Habrá una depuración de fondo donde solo sobrevivirán los mejores y los que mejor se adapten a un cambio (que sobra decir, será vertiginosamente constante). Aquellos influencers que tengan un contenido fresco, original y que le inviertan tiempo y recursos a sus producciones -que por cierto cada vez son menos caseras y más profesionales- serán sin duda los ganadores temporales de una carrera que al parecer no tiene un final y que en cualquier momento podrá llegar a fastidiar.