¿Quién soy? ¿Cuál es el fin de mi vida? ¿Hay algún punto de unión entre el Cielo y la Tierra, entre mi actividad diaria y la plenitud? Son preguntas que nos hacemos con cierta frecuencia pero que muchas veces dejamos pasar de largo por la complejidad de la respuesta. El torbellino de la operación diaria nos absorbe y no encontramos el momento adecuado para pensar. Otras veces los negros nubarrones nos impiden ver el sol que siempre brilla y nos dificulta encontrar la relación entre nuestra actividad diaria, terrenal, material, con un sentido trascendente.
En la vida del empresario, del dueño de negocio, es importante que encuentre espacios de reflexión, dado el liderazgo e influencia que tiene sobre muchas personas, empezando por su propia familia. No vaya a pasar que se aplique aquí el refrán: “Farol de la calle, obscuridad de la casa”. La razón más alta de la dignidad humana consiste en que es un “ser para…”, con un llamamiento, una misión en la vida que descubrir y realizar.
Cuando descubrimos esa misión personal, grande, valiosa, retadora, todo adquiere un nuevo sentido: te llenas de energía y trasmites pasión por lo que haces. El deseo de mejorar y adquirir conocimientos y habilidades se empapa de actitud positiva que te da rapidez, facilidad y gozo.
Esta actitud positiva permea en todas tus facultades y en todas tus acciones. Veamos cómo.
EN LAS FACULTADES INTELECTUALES:
- Entendimiento: Un profundo conocimiento de tu ser, de tu persona, conectado con la misión que tienes en la vida. Entiendes cuál es tu lugar en este mundo y para qué existes.
- Ciencia: Prudente valoración sobre los recursos naturales, especialmente referido a los seres vivos y el desarrollo tecnológico y científico que genera el ser humano, que debe usarse para mejorar nuestro Planeta y toda la naturaleza.
- Sabiduría: Justo juicio sobre el sentido trascendente de tu vida y descubrir el para qué de los sucesos y acontecimientos que te rodean.
- Toma de decisiones: Contando con el consejo adecuado de otras personas para que decidas lo mejor para alcanzar el bien común.
EN LAS FACULTADES DE LA VOLUNTAD, QUE TE MUEVEN A ACTUAR:
- Asertividad: Para que actúes con justicia, tomando en cuenta el bien propio y de los demás.
- Fortaleza: Para que avances con decisión en la obtención de las metas que te propusiste, a pesar de las dificultades.
- Moderación: Para que sepas decir sí a aquello que te hace mejor persona y no a lo que te desvía de la meta grande que te has trazado.
Cuanto te ejercitas en actuar de esta manera, los hábitos que desarrollas se llenan de una energía que es el amor y te conducen a la plenitud y a la paz. Y entonces adquieres una nueva luz en todo lo que haces:
- La prudencia, tu capacidad de diagnosticar, decidir y ejecutar, se transforma en el amor que, con sabiduría y audacia, elige los medios mejores para alcanzar los fines.
- La justicia se transforma en el amor que te lleva a buscar el bien mejor para cada persona.
- La fortaleza es el amor que lucha por alcanzar sus metas y sale victorioso.
- La moderación es el amor que sabe buscar el bien mejor y no se detiene en lo fácil y momentáneo, descubriendo así el gozo y placer de todo lo bello que tiene la vida.
Y así, cualquier acción, sea grande o pequeña, como es saludar, sonreír, atender a un cliente, felicitar o corregir a un colaborador, resolver un problema, planear la estrategia del año o cerrar un contrato millonario, tendrá un valor enorme, no sólo por lo que representa en ese momento, sino porque lo estás conectando con tu ser y con la misión trascendente a la que estás llamado.