La globalización y el comercio electrónico han transformado radicalmente la forma en que los bienes, incluidos los productos textiles, circulan alrededor del mundo. Dentro de este contexto, el régimen De Minimis ha emergido como una herramienta importante para facilitar el comercio internacional de productos de bajo valor.
El concepto De Minimis se refiere a un umbral de valor establecido por cada país ,por ejemplo en Estados Unidos: $800 USD y en México: $50 USD bajo el cual las importaciones están exentas de aranceles e impuestos aduaneros. Esto significa que las mercancías cuyo valor sea inferior a los montos establecidos, pueden ingresar al país sin estar sujetas a estos gravámenes, lo que agiliza los procesos aduaneros y reduce los costos asociados al comercio transfronterizo de bajo valor. Este mecanismo está diseñado para facilitar el flujo de productos pequeños, especialmente en un mundo donde las compras en línea y el comercio electrónico se han vuelto omnipresentes. Sin embargo, mientras que el régimen De Minimis facilita el comercio para los consumidores, su impacto en las industrias está siendo afectada de manera importante. Dentro de las empresas que usan De minimis se encuentran Shein y Temu con las cuales La industria textil ha perdido más de 3,200 millones de dólares (mdd) al año. Su estrategia es enviar un pedido en varias bolsas para no sobrepasar el monto permitido extento de pago. Más del 60% de las mercancías que comercializan Shein y Temu corresponden a productos de los sectores textil y calzado de las mercancías importadas libres de impuestos y aranceles. El abuso de la figura del esquema de los minimis por parte de las plataformas de comercio electrónico afecta no solo a las empresas sino también a los consumidores, pues las mercancías que se adentran al país no cumplen con las normas de calidad mexicanas (NOM).
Otro aspecto alarmante es el costo humano de la moda rápida y el uso de estas plataformas. Las prendas baratas se producen en fábricas con condiciones laborales precarias en donde hablamos de explotación infantil. Los salarios bajos, las largas jornadas laborales y la falta de derechos básicos son comunes en las fábricas textiles de países en desarrollo que producen para marcas de fast fashion como Shein y Temu. La presión por mantener los precios bajos recae sobre los trabajadores, que a menudo reciben sueldos que no alcanzan para vivir dignamente. Si analizamos el impacto medioambiental del fast fashion es significativo. La fabricación de ropa barata a gran escala depende de materiales sintéticos como el poliéster, que no son biodegradables y generan toneladas de residuos. Además, las emisiones de carbono por la producción y el transporte de estas prendas son enormes.
La moda rápida contribuye al agotamiento de recursos naturales y a la contaminación del agua a través de procesos industriales y químicos utilizados en la fabricación textil. El auge de las compras de minimis y el fast fashion, ejemplificado por empresas como Shein y Temu, es un fenómeno con implicaciones globales. Aunque los consumidores disfrutan de precios bajos y acceso rápido a tendencias, las consecuencias de este modelo de negocio son profundas y afectan al medio ambiente, los derechos laborales en los países de origen y las economías locales. Cambiar este ciclo de consumo requiere una toma de conciencia por parte de los consumidores y una reevaluación de las políticas fiscales y comerciales por parte de los gobiernos, que deben equilibrar la conveniencia del comercio electrónico con la equidad y la sostenibilidad.