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En política también se puede innovar: GIM

Con tan solo 39 años murió en Madrid uno de los personajes mas icónicos y disruptivos de la política mexicana. Un poblano que, a su muy corta edad, supo reinventar una profesión que hoy en día no goza de mucha popularidad debido a la difícil crisis en la que está inmerso nuestro país desde hace varios sexenios.

 

Pero él, con su gran energía y dinamismo, pudo romper viejos paradigmas y logro abrirse camino entre viejos dinosaurios obsesionados por perpetuarse eternamente en el poder. Me imagino que no le fue fácil, pero para Gerardo Islas Maldonado la palabra imposible no existía dentro de su extenso vocabulario. Hábil y escurridizo como siempre lo fue desde temprana edad, se fue colando como la mugre en las esferas más importantes del poder político, social y económico de nuestro país. Yo todo esto lo atestigüe, pues tuve la oportunidad de conocerlo bien, incluso mucho antes de que se volviera este polémico personaje que él mismo fue construyendo pieza por pieza hasta llegar a convertirse en un exitoso producto de la mercadotecnia – el hombre de las gafas de colores íntimo del jet set–. Pero no se confundan, Gerardo desde su adolescencia siempre resaltó.

 

Fue el joven precoz que se colaba a cuanta fiesta o evento social se enteraba que iba a haber y el que también de forma inexplicable terminaba sentado en la mesa del anfitrión aun sin conocerlo. Y es que su carisma y simpatía narrativa siempre fueron de sus principales habilidades. Él las descubrió desde muy chavo y las fue puliendo y perfeccionando con el tiempo. Dice la leyenda, que cuando tenía 17 años vendió un terreno y con la comisión que le dieron se compró un BMW usado, mismo que fue su tarjeta de presentación para infiltrarse en los círculos más exclusivos y cerrados – y es que en este país, para muchos la apariencia lo es todo -. Así, Gerry fue escalando rápidamente una enorme y empinada montaña con el único objetivo de conquistar una cima que muchos nunca logran ver: la del éxito y el reconocimiento.

 

Otro de sus grandes aciertos fue el de hacer amistad con un personaje de la vida social de nuestro país que se convirtió en el catalizador para acceder derecho y sin escalas a las grandes ligas. Su amistad pronto se convirtió en complicidad y posteriormente en una inquebrantable hermandad a prueba de balas y todo tipo de escándalos y periodicazos. Construyó una genuina amistad que se convirtió en uno de los más grandes activos del joven político. Y es que con esta poderosa llave se volvió prácticamente imparable, pues no hubo cerrojo que a partir de ese momento no pudo abrir. Por supuesto, muchos ojos envidiosos pensaron que el duo dinámico duraría poco y que al final Gerardo jamás despegaría por sus propios medios. Sin embargo, todo sucedió al revés.

 

Gerry era un líder nato, solo necesitaba el empujón correcto y él lo supo aprovechar cuando éste llegó. Intuyó que desde muy pequeño tenía muy claro hacia donde quería llegar, lo único que no intuyó es que tenía el tiempo contado para hacerlo. Tal vez por eso le metió el acelerador a fondo a una carrera que, insisto, muchos solamente la llegan a soñar. Lo que es un hecho innegable es que Gerardo supo innovar en política haciendo las cosas diferentes, adjetivo que por cierto muchos piensan que solo aplica para el mundo de los negocios o los hombres de empresa. Al final, logro ser el rey de los reflectores, mismos que le dieron mucha notoriedad. Sin embargo, tampoco podemos negar todo lo que llegó a concretar, como ser el dirigente más joven de un nuevo partido político nacional. Descanse en Paz.