fbpx

En México, el 83.9% de las mujeres que trabajan en el sector primario, lo hacen en la agricultura, 13.3% en la ganadería, 1.1% en pesca y 1.7% en otras actividades.

Uno de los principales motores de la economía a nivel mundial es la agroindustria, la cual engloba una gran diversidad de actividades como la producción de alimentos, así como materias primas para la industria en general, biocombustibles y otros productos no alimenticios.

Nuestro país produce una extensa variedad de alimentos como frutas, verduras, cereales, granos, así como alimentos de origen animal. De acuerdo con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) en el país se tienen catalogados 760 productos, de los cuales 748 son agrícolas y 12 pecuarios.

Además, México cuenta con una superficie de 24.6 millones de hectáreas destinadas a la agricultura, de las cuales 20.7 millones son sembradas y 19.4 millones son cosecha[1]das. Este sector da empleo a 6.8 millones de personas, equivalente al 12.3% de los empleos a nivel nacional.

Un estudio realizado por el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), con base en datos del Banco de México, estima que la producción agropecuaria en México en 2021, alcanzó un valor de 65 mil millones de dólares, un incremento del 10.8% con respecto a 2020 por lo que su crecimiento favorece el desarrollo económico del país.

Si bien la industria agropecuaria es clave en las cadenas productivas a nivel mundial, para garantizar el abasto de alimentos sanos y suficientes para la población; lo cierto es que actualmente se enfrenta al reto de seguir produciendo alimentos sanos y seguros, con sostenibilidad ambiental, garantizando el cuidado del suelo y el agua para uso agrícola, y el uso apropiado y conservación de la biodiversidad.

MUJERES EN LA AGROINDUSTRIA

Durante años, esta actividad ha sido considerada como exclusiva de los hombres, sin embargo, las mujeres tienen una participación importante en la producción de alimentos agrícolas, ganaderos, pesqueros, acuícolas y agroindustriales, pero su labor ha sido minimizada e incluso invisible.

Un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), muestra que las mujeres tienen una importante contribución en la fuerza de trabajo en la agroindustria desempeñando actividades como productoras de alimentos o trabajadoras agrícolas; no obstante, la poca visibilidad de su trabajo ha hecho que su presencia en la economía esté marginada.

En diversas regiones de todo el mundo, las mujeres son las principales proveedoras de alimentos para sus hogares, ellas producen entre el 60 y 90 por ciento del total de los alimentos. Un pequeño porcentaje son agricultoras independientes, mientras que casi todas trabajan en explotaciones agrícolas conjuntas de la familia y cultivan su propia parce[1]la para producir sus alimento.

De igual forma, datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) evidencían que las mujeres representan más del 40% de la fuerza laboral agrícola en los países que se encuentran en vías de desarrollo y son responsables de más de 50% de la producción de alimentos.

No obstante, se enfrentan a desafíos como la carencia de posesión de tierras, capacitación y acceso a financiamientos para impulsar su economía familiar. Según la Comisión Eco[1]nómica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sólo un 30% de las mujeres posee tierras agrícolas y apenas el 5% tiene acceso a la asistencia técnica, lo cual limita sus oportunidades.

PANORAMA EN MÉXICO

En el caso de México, más de 900 mil mujeres trabajan en el sector primario, de las cuales, 83.9% lo hace en la agricultura, 13.3% en la ganadería, 1.1% en pesca y 1.7% en otras actividades del sector, según cifras de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural.

Asimismo, cifras del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), muestran que el 64% de las mujeres rurales tienen entre 14 y 64 años, 27.1% de 0 a 13 años, y 33.9% de ellas tiene escolaridad primaria, mientras que 30.5% cuenta con estudios de nivel secundaria.

El 96.7% viven en localidades rurales, además trabajan y realizan otra actividad, como los quehaceres domésticos, cuidado de otras personas, acarreo de leña y agua, trabajo comunitario, asistencia a la escuela o mantenimiento del hogar, por mencionar algunas.

Por entidades federativas, el mayor porcentaje de mujeres que laboran en actividades primarias se ubica en Oaxaca y Puebla; seguidas de Chiapas, Veracruz, Guerrero, Hidalgo, Michoacán, Jalisco, Sinaloa, Sonora y Estado de México.

MENORES OPORTUNIDADES

En diversas comunidades de nuestro país, se tiene la idea de que las actividades del campo están hechas para los hombres, y por lo mismo se cree que las facilidades de apoyos como financiamientos y de tenencia de la tierra debe ser sólo para ellos.

De ahí que las mujeres rurales se sientan minimizadas y sin el derecho de contar con tierras para su cultivo, que le permitan mejorar sus ingresos y su calidad de vida. Cabe mencionar que de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), el 56% de las mujeres rurales en México se encuentran en situación de pobreza y tienen menor acceso a la tierra y a programas de financiamiento y capacitación como agricultoras.

De igual manera, un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), reveló que las mujeres enfrentan mayores barreras para acceder a la tierra para poder emprender, en tanto que las productoras y empresarias del sector enfrentan mayores desafíos para acceder a un financiamiento para exportar sus productos.

Según el documento, las mujeres que acceden a un crédito obtienen menores montos y mayores tasas de interés que los hombres; esto a pesar de que son más cumplidas a la hora de pagar. Además tienen menor acceso a los recursos productivos, al tiempo que los ingresos que reciben son más bajos comparados con los de los hombres, evidenciando la brecha salarial.

Finalmente, de acuerdo con el Inmujeres, las agricultoras producen entre el 60 y el 80 por ciento de los alimentos de los países en desarrollo y el 50% de todo el mundo, razón por la cual es necesario que los integrantes del sector fomenten acciones enfocadas en la capacitación para que las productoras tengan mayor participación en la agroindustria y logren empoderarse.