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EL FRACASO Y LA EDUCACIÓN EN EL EMPRENDIMIENTO

La profesionalización de las personas siempre me ha llevado a plantearme una reflexión importante: ¿cómo incentivar la educación emprendedora en México, y sobre todo crear nuevas formas de enseñanza adaptadas al pragmatismo del emprendimiento para evitar en menos ocasiones el fracaso?

Expertos consideran que, a través de métodos de educación apropiados, las sociedades pueden fomentar el espíritu para que nazcan iniciativas emprendedoras que permitan la creación de nuevos proyectos, creen empleos y generen la circulación de economía.

 

La relación entre el mundo escolar y el mundo laboral necesita ser tomada en cuenta y transmitirse desde un principio: las escuelas, los colegios y las universidades pueden funcionar como un impulsor y, ¿por qué no?, como incubadoras.

 

Sin caer en la alabanza del sistema educativo americano, debo reconocer que el fomento del espíritu emprendedor tiene allí una larga tradición, en comparación con México, donde desgraciadamente su desarrollo ha sido mucho más lento y donde se observan conductas mucho más moderadas en la toma de riesgos.

 

Según Marc Vidal, economista y empresario, la condición para crear una pedagogía adecuada para el desarrollo de estas competencias es que las personas que las impulsen crean en ellas de forma auténtica.

 

Una persona puede descubrir y creer en su espíritu emprendedor en cualquier momento de la vida, pero hace falta vivirlo, disfrutarlo y sufrirlo, entender que conlleva caídas y a veces fracasos para poder transmitirlo a los que les siguen.

 

La verdadera preparación es aquella que procede de testimonios reales, de las personas que realmente han vivido cómo un proyecto se convierte en empresa, cómo un pequeño imprevisto puede trastocar todo un plan o, al contrario, abrirle las puertas hacia nuevos horizontes.

 

El ímpetu que te transmite una persona que ha visto su propio sueño hecho realidad después de toda una travesía es mucho mayor que el que te transmite una persona que se basa en teorías y prácticas que nunca ha llevado a cabo y que tampoco ha tenido un fracaso que le haya funcionado como enseñanza.

 

El punto de partida del fomento del espíritu emprendedor se encuentra en la educación: en la escuela, tal como subrayaba el pensador Jiddu Krishnamurti, «la educación, en su verdadero sentido, es la comprensión de uno mismo, porque dentro de cada uno de nosotros es donde se concentra la totalidad de la existencia».