El sector empresarial mexicano ha sido el principal defensor de México y de sus mejores causas, compuesto por millones de mujeres y hombres furiosamente aspiracionistas que siempre han apostado todo a México, talento, recursos, tiempo, sueños. Son los responsables de que los engranajes económicos sigan impulsando el desarrollo social y el crecimiento de nuestro país.
El sector empresarial en México está integrado en más de un 98% por micro, pequeñas y medianas empresas, ciudadanos de a pie, que luchan por mantener operando sus negocios, sus tiendas, sus despachos, sus pequeñas fábricas, sus emprendimientos, sus talleres, sus restaurantes, etc. Cuando enferman ellos o sus familiares, la gran mayoría se atiende, al igual que sus colaboradores, en los servicios de salud públicos. Esta mayoría también asistió a escuelas públicas y vive en casa que renta o está pagando hipotecas con mucho esfuerzo. Cuando sus negocios son asaltados o sus mercancías son detenidas en algún bloqueo carretero, por citar unas de las situaciones negativas por las que pasan, la viabilidad de sus negocios y el mantener o generar nuevos empleos peligra, para ellos retomar una normalidad de operaciones puede ser un trabajo titánico. Esta es la élite de mexicanos “privilegiados” que la mayoría de los organismos empresariales agrupamos y representamos. Afortunadamente, también contamos con la confianza de las grandes empresas, empresas mexicanas y transnacionales que son potentes motores económicos que afianzan las economías y generan millones de empleos, y que también son vulnerables a las decisiones políticas y económicas, la inseguridad, la debilidad del Estado de derecho, etc.
Todo esto viene a contexto por un durísimo mensaje que leí hace unos días en la red social X, en él se hace alusión al silencio de las cúpulas empresariales frente a los abusos constantes del gobierno, como uno de los episodios más bochornosos de los últimos seis años, con énfasis en los últimos meses. Aunque es cierto que el autor menciona a la Coparmex como la excepción, tenemos cicatrices, moretones y unos cuantos raspones para confirmar esta excepción. Pero ser la excepción no me hace sentir bien. Es muy penoso que el sector empresarial, que siempre ha dado la cara por México y aún en los momentos más difíciles sigue moviendo la economía a base de valor y fe mientras “financia” todos los programas sociales para que gobiernos, de todos los partidos, se los cuelgen como medallas olímpicas, hoy parezca dormido, sumiso, “verdaderos campeones del sueño profundo” como dice la publicación; duele, encabrona, no con quién nos lo hace ver tan crudamente. Duele porque algo de razón tiene, además, duele porque no hemos sabido explicar a la sociedad lo que somos y lo que hacemos.
Encabrona porque parece que hemos olvidado que de nosotros no solo se espera lo que ya hacemos y que he mencionado, de nosotros se espera también liderazgo, valor, vanguardia, coraje y acción. Olvidamos que no sólo somos representantes del sector empresarial, también somos referentes de la sociedad. De nosotros se espera que seamos dignos sucesores de Luis G. Sada, de Modesto Priego, de Maquío… No es pretexto, pero quizás no es que lo olvidamos, más bien nos distrajimos un poco, ya saben llevamos unos años, al menos una década, lidiando con una multitud de cosas, cosas como la reactivación económica, o tratando de evitar que la política arruine la economía, también había que atender a la competencia internacional, sobrevivir al COVID, mientras apechuga vamos con la inflación, la burocracia, la corrupción, sufrimos como todos ustedes por la inseguridad, y empujamos a pesar de la incompetencia de quienes fueron electos para coordinar el desarrollo social de nuestro país, y todo esto mientras ponemos a girar los engranajes de la economía. Pero ya espabilamos, agradecemos el golpe que nos ha despertado, no tenemos la piel delgada por lo que no nos ofendemos, atendemos, ya estamos poniéndonos al corriente, y es bueno que todo el sector empresarial y la sociedad, sepa que pase lo que pase, en cualquier escenario que nos competa, ahí estaremos, en las duras y en las maduras. ¡Hasta la próxima y que Dios reparta suerte!