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Los debates entre candidatos son un tema polémico; pareciera que a nadie dejan contento, y hasta el INE suele salir un poco raspado por la organización del evento. Nos hemos vuelto muy exigentes y esperamos ver a los candidatos interactuando en una especie de híbrido entre “Operación Triunfo” y la “Casa de los Famosos”, pero con mensajes políticos.

Nunca resulta como lo esperamos y eso se convierte en desencanto y críticas, y al final ya no nos sentimos tan seguros sobre si es una buena idea seguir insistiendo en estos ejercicios. Nada es perfecto, y la democracia es un proceso en construcción. No tengo la menor duda de que un debate de ideas, propuestas y personalidades, imparcial, ciudadano y respetuoso contribuye fuertemente a esta construcción. Los ciudadanos no podemos ser tan exquisitos si consumimos tantas telenovelas, reality shows y TikToks motivacionales. Ya estamos curtidos y sabemos resistir momentos casposos en la pantalla. Sobre todo, si aprovechamos estos para mirar bajo el tapete y encontrar lo que realmente están transmitiendo los candidatos: sus propuestas, sus acciones, su idea de gobierno. Sin duda, los ciudadanos tenemos resiliencia suficiente como para seguir mirando los debates, contrastando personalidades y propuestas, criticando, involucrándonos en las conversaciones que a partir de ellos se generan. Lo más valioso de los debates viene en el post debate. 

Ahí los desmenuzamos y llegamos a la información que realmente vale la pena analizar. No basta con votar; hay que hacerlo informado. Pero no se trata solo de los ciudadanos. Los candidatos deben llegar mejor preparados y encontrar las palabras precisas para explicar sus propuestas y destacar los puntos débiles de sus oponentes de forma inteligente. No basta el chiste ramplón o el insulto burdo. Los ciudadanos ya estamos cansados de tanto enfrentamiento; no somos débiles o inocentes. Queremos saber si los candidatos tienen algún cadáver en el armario que deba preocuparnos, pero hay que encontrar la forma correcta de hacerlo. Tienen mucho trabajo por delante. Quizás un debate no cambie el sentido de la elección, pero seguro que hay votos que cambian de lado o ciudadanos que deciden participar a partir de este ejercicio. Un debate imparcial, ciudadano y respetuoso contribuye a fortalecer nuestra democracia, y los diferentes aspirantes no deberían hacerle el feo. Entendemos que puedan sentirse inseguros, poco preparados, o que de plano hay temas que no quieren enfrentar cara a cara, pero piensen que, si verdaderamente van a ocupar un puesto en el gobierno, van a tener que dar la cara a temas muy delicados y complejos. 

Necesitarán temple, como ahora lo necesitan para debatir. En congruencia con esto, desde la Coparmex enviamos cartas a los candidatos a la Presidencia Municipal de Puebla para invitarlos a que soliciten al IEE la organización de un debate. Solo Mario Riestra, de la Coalición “Mejor rumbo para Puebla”, ha enviado su formal carta al IEE para pedirlo. Aunque Rafael Cañedo, de Movimiento Ciudadano, y José Chedraui, de la Coalición “Sigamos haciendo historia”, dijeron que le entraban con gusto y que no le tienen miedo a nada, hasta hoy ninguno de los dos ha enviado su petición al IEE. Ojalá se animen; sería muy interesante verlos en ese formato, conocerlos mejor y valorar sus propuestas para nuestra capital. Todavía hay tiempo. También invitamos a otros organismos de la sociedad civil; colectivos, ONGs, universidades, escuelas, etc., para que se animen a invitar a debatir a los candidatos a la Presidencia Municipal de Puebla y del resto de municipios, así como a los candidatos al poder legislativo. Convoquémoslos a que se sienten a debatir sus propuestas, que lo hagan con respeto y valor, que defiendan posiciones y escuchen propuestas de los ciudadanos. Al final, todos saldremos ganando. 

¡Hasta la próxima y que Dios reparta suerte!