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Las “mañaneras” que diariamente se emiten desde Palacio Nacional han conseguido que el presidente cuente con niveles de popularidad muy aceptables, a pesar de los resultados obtenidos en algunos de los temas más preocupantes para los ciudadanos, como son la seguridad y la salud.

Pero estos ejercicios de comunicación a modo también han mostrado otras cosas, unas muy preocupantes; nos ha permitido ver a un presidente autoritario, reactivo, que constantemente comete actos que presuntamente violan la ley.

Independientemente de si estas acciones llegarán a tener consecuencias legales para el presidente, sí han envalentonado a autoridades en todo el país; gobernadores, alcaldes y funcionarios de cualquier nivel, se muestran cada día más prepotentes y autoritarios, emulando al inquilino de Palacio Nacional se ponen por encima de la ley y de los ciudadanos.

Cada día aparecen videos y audios en los que descaradamente confiesan o cometen delitos, atentan contra la división de poderes, amedrentan periodistas y activistas, atacan a las instituciones, entre otras. Y si alguna vez necesitan una justificación, acuden a la “vieja confiable”: Represento al pueblo bueno, Son mis adversarios, Tengo autoridad moral, Somos diferentes, etc.

Acciones que de tanto repartirse se han mimetizado a tal grado con el paisaje mediático que a los ciudadanos ya no les importa. ¿O sí?

Quizás nuestra clase política no debería ser tan cínica a la hora de sacar a pasear a su pequeño napoleoncito interior. Alguien debería decirles que estas actitudes pueden constituirse en un delito, que están documentadas en videos, entrevistas y presentaciones que nunca van a desaparecer. Y que todos nos damos cuenta de que tienen como objetivo defenderse o distraernos de otros delitos como corrupción, tráfico de influencias, nepotismo, etc. Si están pensando que la impunidad y apatía rampante que vivimos los cobijará, quizás deberían pensarlo mejor.

Las marchas en todo el país del pasado 18 de febrero en defensa de la democracia, así como las de febrero del 2023 y noviembre del 2022, entre otras muchas acciones ciudadanas, deberían hacerles ver que hay miles y miles de ciudadanos que no están dispuestos a mirar a otro lado, ni a aguantarles mucho más.

Los funcionarios de todos los niveles deberían entender que, aunque, ahora se perciban en la cima de la cadena alimentaria, la historia nos ha enseñado que la vida da vueltas y cuando los ciudadanos empiezan a organizarse, la rueda gira un poco más rápido.

Estas marchas fueron un gran ejemplo de vitalidad, capacidad de articulación y participación ciudadana para oponerse exitosamente a un poder, que cada día tiene menos contrapesos institucionales, y que no entiende que los ciudadanos puedan organizarse en torno a una causa común.

La participación ciudadana organizada ha sido factor fundamental para la construcción de naciones más justas, equitativas y democráticas, su papel ha sido indispensable en los procesos democráticos y políticos, así como en la vigilancia y rendición de cuentas para evitar el abuso del poder y la corrupción.

En COPARMEX reconocimos, hace ya muchos años, que la defensa de los intereses de los trabajadores, los empresarios y las empresas, recorre el mismo camino que la defensa de nuestros derechos y libertades. Seguiremos promoviendo la participación ciudadana en todas sus formas y, de manera prioritaria, la promoción del voto para nuestra fiesta democrática del 2 de junio.

En México hemos constatado que nuestra PARTICIPACIÓN CIUDADANA goza de muy buena salud y está lista para defender las instituciones, los derechos y las libertades que nos definen como país.

Ojalá que, así como algunos políticos ven y aprenden de las “mañaneras”, también vean y aprendan de los ciudadanos, al final son ellos quienes pagan, quienes dan y quienes quitan, y se están organizando.

¡Hasta la próxima y que Dios reparta suerte!