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Han pasado un montón de cosas desde que presenté mi libro el 18 de mayo del año pasado en Madrid. Situaciones que no deberían sorprenderme porque estoy plenamente consciente de todo el trabajo, esfuerzo y dedicación que hay detrás de ‘La Caja’: horas interminables dedicadas a un proyecto que solo mi familia nuclear atestiguó. Sin embargo, la vida no es una ecuación perfecta donde el

 

tiempo dedicado equivale al éxito. Hay otros ingredientes, como el factor suerte, que, digan lo que digan, son determinantes. Con la salvedad de que yo creo que la suerte, al igual que los milagros, también se decretan y persiguen. Y yo lo hice con toda mi fe.

El libro va caminando, no se mueve solo, y yo decidí, aparte de ser el escritor, ser su mayor promotor. Me he partido el lomo haciéndolo, siempre recompensado cuando al final del día llega una felicitación que siempre me toma por sorpresa. Y es que ‘La Caja’ está cambiando vidas, tiene muchos mensajes valiosos, algunos que ni siquiera yo identifiqué al escribir el libro. Lo he dicho mil veces, ‘La Caja’ es mucho más que un libro sobre un secuestro, es un recetario casero para sobrevivir a la adversidad e identificar lo que verdaderamente es importante en nuestras vidas y por lo que vale la pena luchar.

 

A un año de su publicación y con tres ediciones impresas, dispersas en varios países del mundo, puedo asegurarles que mi capricho me ha costado no solo sacrificar tiempo, sino también recursos económicos que, lejos estoy de recuperar. Pero en el inter entendí que las satisfacciones que esta nueva faceta me ha dado no tienen precio. El abrazo de alguien que se rompió en una de mis pláticas porque de alguna forma se identificó con mis palabras o alguna parte de mi historia de vida es invaluable. Pero más gratificante aún, que se lleve el mensaje de que podemos sobreponernos ante cualquier tragedia siempre que haya voluntad, motivos, esperanza y fe. Que capten y retengan esto ha sido mi verdadera recompensa.

 

Es increíble cómo un episodio tan cruel y oscuro logró detonar mis talentos encerrados en mi caja mental. Cuando salí de mi cautiverio, en verdad me prometí dejar mis miedos antes de cruzar esa diminuta puerta. No todo el mundo tiene la oportunidad de regresar del infierno y sabía que era una estupidez regresar siendo el mismo individuo que habían encerrado 290 días antes. Toda la introspección, rezos, control mental y ejercicio físico me debían haber servido para algo. Por eso, desde el 14 de septiembre que recuperé mis alas, no olvidé empacar en mi cabeza los pilares que me salvaron la vida ahí dentro, pues también me la salvarían en el mundo real, un mundo nuevo y tan ahora ajeno a mí.

 

Es por ello que todos los días amanezco agradeciendo a Dios la oportunidad de estar vivo y me repito en un silencio que retumba por todo mi ser: “Solo por hoy voy a ser feliz”. Toda esa sabiduría intenté fuera plasmada en cada página de mi libro. Para mí era más importante que el lector supiera cómo le hice para no caerme y de qué me agarré, y no el morbo de si tenía baño o cuántas comidas tenía al día. Creo que al final lo logré transmitir, lo que hace de mi autobiografía algo distinto a lo que anteriormente se había escrito sobre personas que han vivido en carne propia el cautiverio.

 

Hoy solo puedo voltear con cierta incredulidad cómo es que ya pasó un año de que arrancó esta aventura y de todos los momentos y grandes memorias que me ha dado. Recuerdo que no hace mucho tiempo se me quebraba la voz, me sudaba la frente y me temblaban las manos al hablar en público. Solo hoy es un tema superado. La historia necesita un mensajero y qué mejor que quien la vivió. No puedo decir que no ha sido un viaje cansado, pero qué emprendimiento no lo es.

 

Sentado en un sillón pensando en la inmortalidad del cangrejo, las cosas no suceden. No sé cuánto más haya de camino por recorrer con esta historia; en el inter he escrito sobre muchas otras cosas más, aunque siempre enfocadas en la resiliencia y esa increíble cualidad que tenemos los seres humanos, que es el poder adaptarse a toda circunstancia siempre que exista voluntad. Pero por lo pronto, este mes de mi primer aniversario de ‘La Caja’, no tengo más ánimo que celebrar. Celebrar mi vida, la de los míos y mi tenacidad.

 

Gracias, primero que nada, a ti, lector, que eres quien ha permitido que este libro no se deshoje y muera en el primer otoño. A mi casa editorial de España (Medialuna) que confió en esta historia y por toda la difusión que le han dado. Que mi libro esté físicamente en tiendas como El Corte Inglés o La Casa del Libro no es poca cosa. A mi distribuidora mexicana (Utrilla) por luchar día a día para que ‘La Caja’ llegue a más puntos de venta. Un especial agradecimiento para Ángeles Mastretta, Saskia Niño de Rivera y Víctor Blázquez que son y fueron eslabones importantísimos de este texto. Con su generosa narrativa, le dieron un empujón importante a este testimonio… Y, por supuesto, a mi familia, que me apoyó desde un inicio, aún sin estar completamente de acuerdo con esta locura que ahora, creo, empiezan a entender e incluso a promover.