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Fijar el rumbo y obtener los recursos necesarios para llegar a la meta es uno de los focos de esta posición.

Ser el Director General no es sólo dar ór­denes. Hace algunos años conversaba con un amigo que estaba lanzando una nueva empresa. Le comentaba de la im­portancia del rol que tendría como director general de su emprendimiento y los retos que enfrentaría. En algún momento me dijo “Yo pensaba que ser el director era muy sencillo, solo tenías que dar órdenes y todos hacían lo que les pedías”. Ojalá fuese tan sencilla llevar esta posición.

Nadie nacimos sabiendo qué hace un di­rector general. He tenido el gusto de conocer a grandes líderes de empresas, y es fasci­nante verlos operar, decidir, dirigir. Pero he visto también a directivos que tienen serios problemas en guiar a sus equipos de trabajo. Si tú eres un director general, tal vez te hu­biese gustado haber recibido un mínimo de capacitación antes de tomar el timón de tu negocio. Ya sea que tú lanzaste tu empresa, o, escalaste posiciones hasta sentarte en la silla grande, en algún momento te convertiste en el líder. Y al hacerlo, las expectativas de quie­nes te ofrecieron la posición y las tuyas mis­mas, posiblemente ocultaron la realidad… no sabías exactamente lo que se esperaba que hicieras.

Puede ser que tiendes a construir sólo sobre tu experiencia pasada. Cuando te in­vitan a hacer director general, regularmen­te es porque en tus posiciones anteriores te desempeñaste positivamente. Ya sea porque eras la estrella del área comercial, o fuiste un efectivo responsable de las finanzas, o tal vez nadie sabía más del producto que vendían.

Una reacción natural es sustentar tu des­empeño sobre el área de la cual provienes y ya eres un experto. No es necesariamente malo, pues probablemente tus conocimientos sean fundamental para el éxito de la empre­sa; pero, regularmente tu experiencia repre­senta una pequeña parte de lo que requieres como líder de toda la organización.

Tu función primordial como director ge­neral es fijar el rumbo y obtener los recursos necesarios para llegar a la meta. Si se pudiese reducir a unas cuantas frases sería algo como …“Mi director general sabe a dónde vamos y confiamos en ella/él. Mi director es un líder en toda la extensión de la palabra. Me indica el camino, me motiva, me escucha, me pro­porciona las herramientas que necesito, sabe negociar con los dueños del negocio, y ellos lo apoyan aún en momentos difíciles, los clien­tes lo reconocen, me corrige con respeto, y me da tranquilidad cuando está presente”

 

Un grave error es no fijar objetivos reta­dores. Cuando el líder carece de imaginación y valentía para lanzar un sueño, una imagen de una meta interesante, y un reto por el que vale la pena levantarse cada día en la mañana y pasar horas en la oficina, es probable que la empresa no llegue a ningún lado. Esta es la responsabilidad, no transferible, que te corresponde sólo a ti como líder del negocio. Asimismo, debes establecer los métodos para monitorear recurrentemente si estamos avanzando en la dirección correcta o debe­mos corregirla.

Tal vez te gustaba tanto la posición que te­nías que insistes en seguirla realizando. “A to­dos en el equipo comercial nos dio mucho gus­to cuando uno de “los nuestros” fue ascendido. Un excelente profesional, un vendedor nato. Pero ya como director nos sorprendió mucho sus limitaciones. Tenía continuos problemas de comunicación con las áreas de Recursos Humanos y de Administración. Les definió ob­jetivos como lo hacía en el equipo de ventas e implementó pago de bonos de desempeño que nunca lograban alcanzar, lo que resultó en va­rias renuncias y un ambiente negativo que no habíamos experimentado antes”.

O posiblemente se te dificulte delegar. “Mi director general insiste en tomar el control de las reuniones de ventas, aun cuando el me asignó como director comercial. Mi equipo no sabe si hacerme caso a mí o a ella/él”. Tal vez uno de los retos más importantes del lí­der es saber cuándo dejar una función en las manos de alguien más.

Creo que los que hemos tenido esta posi­ción estamos convencidos que es imposible que otros hagan las cosas tan bien como no­sotros mismos. Pero, como director, no es tu función ser experto y ejecutor de todas las áreas, sino la de coordinar el trabajo para lo­grar un objetivo final.

Te aplaudo si eres un director guiado por la humildad. Esta, en nuestra cultura suele ver­se como signo de debilidad, y, sin embargo, es más poderosa que cualquier grito, golpe en la mesa o amenaza beligerante.

Un líder que, en lugar de exasperarse con la falta de avance del equipo, se sienta a es­cuchar las razones no visibles, las opiniones de los verdaderos expertos, y las ideas que vienen de quien nunca habla, le da tanto al equipo como al líder mismo, la posibilidad de equivocarse sin ser rechazado, o la de le­vantarse sin que haya quienes lo quieran ver derrotado por venganza.

Mi director general es alguien que sabe cuándo pedir ayuda. Admítelo, no lo sabes todo ni lo puedes todo. Como cualquier otra persona en tu equipo, es bueno recibir ayuda en ocasiones, debes buscar mentores, conse­jeros, líderes que respetes a quienes puedas ir cuando las cosas se ponen difíciles, cuando hay que tomar decisiones críticas, cuando sa­bes que algo estás haciendo mal.