Este término se utiliza para referirse a la discriminación que ocurre cuando excluimos a las personas por su edad. Se considera como una forma de violencia de género, que puede manifestarse en distintos ámbitos como el laboral y social, incluso dentro de las organizaciones mediante prácticas que perpetúan los prejuicios y los estereotipos.
Si bien esta práctica suele darse con mayor frecuencia hacia los adultos mayores, también se manifiesta en los jóvenes y en ocasiones entre los niños, que suelen excluir a otros por tener una edad distinta a la suya, de ahí la importancia de fomentar valores que contribuyan a erradicar este tipo de actitudes.
De igual forma, esta práctica se manifiesta cuando las personas en edad adulta, principalmente las mujeres, buscan ingresar al mercado laboral, a la educación o capacitación especializada, y son excluidas por “rebasar el límite de edad establecido”.
UNA BRECHA QUE AUMENTA
Según el Informe Mundial sobre el Edadismo elaborado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se estima que una de cada dos personas en el mundo ejerce actitudes edadistas, las cuales ocasionan afectaciones a la salud física, mental y emocional de quienes padecen este tipo de discriminación y que se manifiesta con el aislamiento social, inseguridad económica, depresión, ansiedad, menor calidad de vida e incluso puede ser causa de suicidio.
Ciertamente, el estigma que existe respecto al envejecimiento socava la salud y bienestar de la población, y es una barrera para el desarrollo de políticas y acciones efectivas que promuevan un envejecimiento digno y saludable.
Se estima que a nivel mundial, 6.3 millones de casos de depresión se relacionan con la edad, los adultos mayores son quienes más se enfrentan a esta situación debido a que son desvalorizados por su familia y relegados socialmente.
Asimismo, un estudio realizado en los Estados Unidos en el 2020 evidenció que debido a los estereotipos relacionados con la edad, muchas personas tienen una idea negativa de sí mismas conforme envejecen, sobre todo el género femenino, ya que los cánones sociales dictan que la juventud es sinónimo de belleza y poder.
Actualmente, hay pocos datos sobre los costos económicos que supone el edadismo, sin embargo, se estima que en promedio genera costos por 63 millones de dólares en tratamientos.
Al respecto, Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, ha señalado “tenemos que luchar abiertamente contra el edadismo y entenderlo como una violación de los derechos humanos profundamente arraigada”.
A fin de contrarrestar esta práctica discriminatoria y excluyente, resulta necesario impulsar acciones enfocadas en promover la empatía, generar campañas intergeneracionales para reducir los prejuicios por edad e invertir en políticas públicas contra la discriminación, así como en aquellas que fomenten la participación de las personas en las actividades económicas, sociales y laborales, sin importar su edad, género u alguna ora condición.