Me gustaría comenzar por reconocer que los seres humanos podemos impactar positiva o negativamente el entorno social y ambiental en el que nos desarrollamos. Nuestro papel no solo es estar de paso, sino dejar un lugar mejor que el que encontramos.
Para la mayoría empresas en la actualidad, su objetivo económico radica en la generación de riqueza y maximizar sus utilidades y rendimientos. Este fin depende en gran parte, de las buenas decisiones y los aciertos a la hora de contratar personal y servicios, de tener políticas y objetivos apegados a una ética y que las personas que forman parte de la empresa o de los procesos entiendan y se comprometan a llevarlos a cabo por un bien colectivo.
Debido a la madurez y compromiso que con el paso del tiempo han adquirido los empresarios, socios, directivos y empleados a cualquier nivel, ya no sólo se persigue la máxima ganancia en términos económicos… sino ganancias ecológicas y bienestar social que repercutan en una sociedad más justa y una mejor calidad de vida para sus empleados y ello permea directamente a las comunidades próximas y al desarrollo de los pueblos.
Los espacios y condiciones de trabajo, la salud, el desarrollo intelectual y personal, el crecimiento humano, el respeto a las prestaciones laborales, los horarios justos, son por mencionar algunos de los aspectos BÁSICOS que una empresa debe procurar a sus colaboradores en materia de responsabilidad social y para ello es indispensable llevar a cabo procesos y acciones que mejoren dichos aspectos. Recordando siempre que invertir en el capital humano es invertir en un buen ambiente, en satisfacción y realización personal y colectiva, es invertir en el sentido de pertenecía y compromiso de los colaboradores con la empresa y con este sentido de pertenencia logramos que “se pongan la camiseta” haciendo de la empresa su propia vida.
La responsabilidad social en un sentido ecológico, tal y como se originó, es una manera de reparar el daño inconsciente y consciente que durante muchos años se hizo al medio ambiente.
Tal vez muy tarde, pero nos dimos cuenta que satisfacer las necesidades del ser humano debían ir de la mano con el cuidado de “su casa”. Que el mundo no podría regenerarse a sí mismo por los daños hechos por su principal huésped… nosotros los hombres.
Es así como en algunas consciencias y espacios se decidió dar reversa a las malas prácticas y tomar la estafeta en condiciones de mejoras al medio ambiente.
Pero como todo reto, depende del empeño, capacidad, acciones inmediatas y constantes, monitoreadas de todos los miembros de las empresas, para dar pequeños pasos de reversa al daño TAN avanzado que llevamos.
Es indispensable, ya sea en nuestros pequeños centros de trabajo o en las grandes empresas, que no esperemos que alguien más tome la iniciativa para proponer acciones que detengan el impacto ambiental, ¡Hagámoslo cada uno de nosotros!