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En una reunión con directivos de varias partes del país, le preguntamos al Dr. Carlos Llano cómo organizar las actividades que tenemos además de nuestro trabajo principal. Nos comentó lo siguiente: 

 

Solemos tener una actividad laboral que ocupa la mayor parte del día. Sin embargo, no es la única ocupación que realizamos. Tenemos actividades sociales, familiares, personales, que requieren tiempo, como pueden ser la junta de vecinos, la participación en la Cámara empresarial, colaborar con una labor de beneficencia, desarrollar una afición, practicar un deporte, el plan de mantenimiento del propio hogar, estudiar o capacitarnos.

 

Si queremos aprovecharlas hay que poner orden. De ahí nace la idea del trabajo no estructurado: Aquel que uno hace por cuenta propia y no tiene vinculación directa con una retribución económica. Cada vez tiene mayor relevancia en la vida social. Como ciudadanos, debemos participar en otras actividades para fortalecer nuestra comunidad. Para ello se debe: 

 

  • Definir bien los ámbitos. Una cosa es realizar un trabajo ambulante y otra, ser un ambulante del trabajo. El trabajo no estructurado no propicia los mil usos. “¿Qué he hecho en los últimos 5 años? A lo mejor he estado “picoteando” por todos lados, sin avanzar en mis metas personales, familiares y sociales”.
  • Tener habilidad de asociación con otros trabajos. El trabajo no estructurado debe crecer en forma arborescente, conectando con distintos temas sin perder la guía.
  • Darse cuenta de la necesidad de la capacitación continua. Cuando un conocimiento se transmite en un aula, podría ser ya obsoleto. Estar al día tiene que tomarse de la manera más literal.
  • Capacidad de autoexigencia. Tener disciplina y fortaleza para conseguir los objetivos que uno mismo se ha planteado.
  • Tener un horario de trabajo. Esto implica disciplina interior, orden exterior y constancia indeclinable. Horario de trabajo no debe confundirse con horario fijo. Crear nuestra “cuenta de avance”. Por ejemplo, organizar al grupo de voluntarios para llevar despensas a una zona necesitada, requiere dedicación de tiempo: hay que definir cuántas horas le voy a dedicar y llevar la cuenta.
  • Sobriedad de medios. Hay muchos que quieren contrabalancear su falta de tiempo con abundancia de medios. El poco tiempo que tenemos a veces lo perdemos en acopiarnos los instrumentos de trabajo, que luego no podemos utilizar. Sobriedad de medios también implica sobriedad de tiempo. No esperar a tener tres horas disponibles; quizá sólo tenemos 20 minutos: aprovecharlos.
  • Adquirir compromisos con problemas concretos, con la familia, con el director de la asociación de beneficencia, con un amigo, con cursos, con el coach de negocios.
  • El pensar, muchas veces no ocupa tiempo. Aprovechar traslados en el coche, una antesala, un paseo, etc. Conviene tener un interlocutor (un empleado, un colega, un amigo, un coach, etc.) que nos oiga.
  • Tener a la mano el material. Ser “guerrillero” es parte del trabajo no estructurado. Llevarlo en el coche, bajarlo si sabemos que tendremos una espera, aprovechar tiempos muertos.

No perder la relación entre el yo y el trabajo; descubrir el valor que tiene el trabajo en sí mismo: porque es el instrumento para la propia y familiar subsistencia, por realización, por servicio a los demás. Darle un motivo grande a nuestra actividad, en cuanto servicio a la sociedad y, también en el plano espiritual, por amor a Dios.