Las personas son muy celosas de sus historias, y es comprensible dado el enorme esfuerzo y sacrificio que hicieron para no dejarse doblegar. La experiencia vivida en situaciones extremas como un cautiverio es algo que marca profundamente, y el deseo de proteger esa experiencia es natural. Sin embargo, es importante reconocer que compartir una historia personal no necesariamente implica una intención de buscar reconocimiento o figurar. Quien decide abrirse y contar su historia debería estar motivado únicamente por el deseo de ayudar a otros, de ofrecer una perspectiva que pueda servir como inspiración o guía. Si alguien comparte su experiencia con el objetivo de sobresalir o llamar la atención, creo que está desviando el propósito genuino de su vivencia.
En lo personal, mi experiencia de cautiverio fue algo que nunca hubiera elegido vivir. Hubiera preferido permanecer en la sombra del anonimato, sin haber pasado por esos momentos tan difíciles. Sin embargo, no siempre podemos elegir las circunstancias que nos tocan vivir, y lo que me tocó fue enfrentar una experiencia que cambió mi vida de manera radical. Lo que sí pude elegir fue cómo manejar lo que aprendí de esa experiencia. Una vez que sobreviví al cautiverio, tuve que decidir qué hacer con mi historia y los aprendizajes que había adquirido. Pude optar por quedarme con esos conocimientos para mí mismo, guardarlos como un tesoro privado, o compartir un poco de lo que había absorbido para dar a conocer una verdad más profunda y universal. Elegí la segunda opción.
La verdad más absoluta que aprendí durante ese tiempo es que la vida es breve y que estamos aquí de paso. Este tiempo que tenemos es prestado, y cada instante debe ser apreciado y disfrutado al máximo. Compartir mi experiencia y mis aprendizajes no se trata de buscar atención o reconocimiento, sino de transmitir un mensaje que pueda resonar con otros y ofrecerles una perspectiva diferente. Al hacerlo, espero contribuir a una mayor comprensión de la vida y a una apreciación más profunda de cada momento que tenemos. La decisión de compartir mi historia es, en última instancia, una forma de honrar lo que viví y de dar un sentido a las lecciones aprendidas. Creo que, al ofrecer una visión sincera de mis experiencias, puedo ayudar a otros a reflexionar sobre sus propias vidas y a valorar el tiempo que tienen. La respuesta a mi decisión, creo, ya la conocen.
Compartir mi historia es mi manera de aportar algo positivo a partir de lo que viví, y de recordar a todos que debemos aprovechar cada instante de este tiempo prestado que se nos ha dado. Si tú has vivido una situación que creas puede aportar a esta sociedad o por lo menos cambiar para bien los hábitos o forma de pensar de una persona, saca tu historia al mundo. Expón sin tapujos cómo venciste la adversidad, los motivos que te mantuvieron a flote y que te permitieron no quitar nunca el dedo del renglón. Créanme que antes que cualquier retribución económica que podamos obtener de esta nueva consigna, la satisfacción obtenida de una buena crítica de nuestro discurso es el mayor de los alicientes. Hacer el bien en una sociedad que pide a gritos actos nobles y de corazón es adictivo.