Queridos lectores y lectoras, después de un breve descanso en el que estuve concentrada en la etapa más demandante física y emocionalmente que he vivido, donde los cambios son una constante y las múltiples emociones nos van guiando hacia el recibimiento de una nueva vida y la construcción de la familia. Simplemente el mayor estiramiento, en todos los sentidos, que puede tener una mujer, la maternidad.
He experimentado el inicio de una maestría de vida. Puedo compartirles que lo he disfrutado y lo he trabajado exhaustivamente. Requerí usar todas mis herramientas para fortalecerme, evaluarme, sobreponerme y re significar. Por eso decidí compartirlo a través de estas líneas, como una nueva forma de liderazgo. Quise tomar este tema para hablarle a las mujeres y hombres que no han decidido dar este paso, o lo han aplazado, con el fin de alcanzar primero sus propósitos personales y profesionales. Lo cual es loable y me parece una elección responsable. Sin embargo, es para mí un honor transmitirles que ninguna aspiración o sueño, me ha dado la sensación de realización que experimenté al traer a Marco Antonio al mundo. Se habla mucho sobre el liderazgo personal, que significa tener metas claras y trabajar en ti para llegar a ellas. Es decir, gestionar tu crecimiento y superación en todas las áreas para generar una vida que funcione, que a ti te funcione, y que disfrutes. Lograr el famoso éxito, que para mí es, sentir plenitud y satisfacción por la propia existencia.
Creo que esto se va construyendo si se tiene claridad en el destino que queremos darle a la propia existencia. Es por ello, que gestionar nuestra vida, o liderar, es cuestión de enfoque, de querer desarrollarse y trabajar en nuestra expansión. Cuando una mujer ejecutiva se integra a la etapa de embarazo y experimenta la maternidad, está eligiendo una vida con mucho más sentido, con un motor inconmensurablemente potente, para ser mejor persona, dar lo mejor de sí, y tender puentes en lugar de barreras u obstáculos, pensando en que un día, ese nuevo ser, va a heredar su nombre, prestigio y relaciones, convirtiéndolas en oportunidades para su vida. No imagino un mejor momento para hacer un examen de conciencia, con la finalidad de dejar un buen legado para tus hijos y poder aligerar su camino. Por lo que veo en mi esposo, la pareja experimenta una serie de cambios y estiramientos, a tal grado, que la paternidad también sacude y compromete, hasta sentir que conoces y valoras las decisiones tomadas hasta el momento, para hacer los ajustes necesarios, pero ser congruente y poner el ejemplo, en favor de la familia, en la que recibes a un nuevo integrante.
Así mi reflexión para ustedes. Hoy me doy cuenta que el liderazgo personal, en la etapa de paternidad, se convierte en un paso esencial que te regresa a la raíz y te invita a evaluar tu pasado, poner en orden tu presente y planear, más que nunca, tu futuro. Sobre los tiempos, la organización, el regreso a la vida laboral, no hay fórmula mágica, priorizar y fluir. Respirar y cuidar las exigencias personales. Ya que en este gran ajuste y toma de decisiones, los hijos son impulsores a tal grado, que aunque parezca que el día no tiene suficientes horas y la incertidumbre empiece a tomar más espacio en tu mente y corazón, el deseo de ser una mejor persona, crear un buen entorno familiar, y un mundo mejor para ellos, es el mayor anhelo. Y cuando menos te das cuenta, inexplicablemente, ya lo comenzaste a lograr. Gracias por leerme y compartir estas emociones que nunca podré terminar de expresar. Un hijo o una hija es una responsabilidad y una oportunidad para cambiar el mundo, a través del amor y la educación que puedas sembrar en un ser humano, con todas las posibilidades de éxito. Veamos la paternidad, a pesar de los sacrificios y compromisos que implica, como una posibilidad de dejar un mundo mejor de como lo encontramos, y ejerzamos nuestro autoliderazgo para que eso suceda.